LA VIVENCIA DE LA SEXUALIDAD EN LA CULTURA ACTUAL - parte 1

En el trasfondo de los artículos sobre la vivencia de la sexualidad están los grandes cambios sociales que han afectado tanto a la sexualidad como a otras dimensiones culturales y sociales.  El análisis de estos cambios que hace Zygmunt Bauman[1] nos sirve aquí de marco.
El primer cambio importante fue el de la pre-modernidad a la modernidad.  En la pre-modernidad, por ejemplo en la Cristiandad de la Edad Media, todos los aspectos de la vida – desde la sexualidad hasta el gobierno – están integrados en un sistema total, en el que la religión provee sentido y orden.  Cuando los modernos comienzan a cuestionar la autoridad tradicional de la religión, se desintegra tal sistema.
Por un lado, la modernidad trae una liberación.  Como se des-construyen las categorías que venían del “sistema total”, cada individuo tiene la posibilidad de construir nuevas categorías e identidades.  Sin lugar a dudas, este proceso socava sistemas tradicionales de desigualdad y opresión, como el patriarcado.  A la vez, un enfoque reducido a la “liberación de” se queda en la inmadurez de la adolescencia.[2]
Así, la libertad conlleva responsabilidad.  Ya no heredamos identidades, sino que hay que construirlas.  Al hacernos conscientes de esta tarea, también nos damos cuenta de que las construcciones están marcadas por procesos de negociación y luchas de poder.[3]  Se evapora la ilusión de referencias “metafísicas” independientes de intereses subjetivos.
A quien se queda inseguro con la falta de referencias objetivas de sentido, se le promete (a través de la publicidad capitalista) que la satisfacción del deseo vendrá por el consumo.[4]  Pasamos de la esclavitud a la adicción, pues el capitalismo necesita de – y produce – consumidores con apetitos insaciables (o en otras palabras, permanentemente insatisfechos) para continuar produciendo lucro. 
A medida que este proceso se acelera, entramos en la “pos-modernidad”, o “modernidad líquida”.  El deseo se vuelve cada vez más desenraizado y efímero,[5] hasta ser reemplazado por meros sentimientos pasajeros, incapaces de construir identidades ni relaciones estables.[6]  La sexualidad se confunde con la genitalidad, y esta banalización nos deja en total soledad y afectivamente fragmentados.[7] 
El cuerpo alienado se convierte en “producto” sin historia (es a la vez auto-construcción y auto-negación), “producido” con más o menos éxito mediante cirugías plásticas y gimnasios, todo por satisfacer la idolatría de la belleza y la salud absolutizadas.[8]  Así como el sujeto alienado cosifica su propio cuerpo, también hay personas vulnerables cuyos cuerpos son cosificados y explotados por otros, por ejemplo en la prostitución forzada de niñas y niños.

Por um grupo de alunos da disciplina.

[1] Citado en FREIRE COSTA, 2004, p.4
[2] ANATRELLA, 1992, p.3; 11.
[3] JUNGES, 2010.
[4] SAFATLE, 2004; FREIRE COSTA, 2004.
[5] FREIRE COSTA, 2004.
[6] FREIRE COSTA, 1994, p. 1.
[7] ANATRELLA, 1992, p. 5; FREIRE COSTA, 2004, p. 8.
[8] ANATRELLA, 1992, p. 17.

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