El
sagrado antiguo cayó debido a un monoteísmo ético que desmitificó la concepción
cosmo-vital, de modo que el papel del sagrado trascendente (Dios) queda
desplazado por Eros. En el ámbito judío, tras su lucha contra la mitología
oriental, supo levantarse un sentido de creación como sagrado trascendente
inmanente. Sin embargo el dualismo cuerpo-espíritu se infiltró en el
cristianismo esterilizando este sentido de creación, y creciendo en el pensamiento
religioso un resentimiento anti-sexual. Así se desprende una ética rigorista
que reduce la sexualidad a la función social de procrear, y hace del matrimonio
una institución bajo el signo de la obligación. La sexualidad es cargada de
culpabilidades y pierde su sentido pleno. Por eso se hace necesaria una nueva
ética conyugal que se comprenda dentro de un nuevo sagrado, que sea
prolongación del creacionismo judío y del Ágape cristiano, y que dé valor a la
sexualidad como lenguaje sin palabras, como expresión, como ternura; recusando la falsa antinomia
entre Eros y Ágape. Esto originaría una nueva visión donde el hombre se torne
responsable de dar vida y, por la ternura, se restaure el valor de la carne a
través de la reciprocidad de las personas, siendo el matrimonio la mejor
oportunidad para la ternura.
Sin
embargo se da otro movimiento contrario a esta re-sacralización del amor, que
es el erotismo. No como componente instintiva y sensual (que todavía mantiene
un aspecto de ternura y reciprocidad) sino como deseo errante de placer
despreocupado de un lazo interpersonal duradero e íntimo, como una cultura egoísta
contrapuesta a la ternura. El Eros tiene esa
doble posibilidad de ser ternura o erotismo. Cuando la institución constriñe a
la ternura provoca la tendencia contraria: el erotismo, que hoy aparece con
formas nuevas:
-
La caída en la insignificancia, la pérdida de valor debido a que se tornó fácil
y próximo, ante la libertad sexual de la mujer y una literatura sexológica
vulgarizada. Llevando a la despersonalización, al anonimato, la pérdida de
contacto efectivo, la incapacidad de amar…
- El volverse un
imperativo como respuesta a las decepciones experimentadas en otros sectores de
la vida, enloqueciéndose y pasando a ser una dimensión del ocio contra el
trabajo, una revancha contra lo político, o una simple respuesta ante la falta
de sentido.
La ternura y el erotismo muestran
que la sexualidad sigue escapando de la reflexión y del dominio humano, por lo
que no puede confinarse a una ética ni en una técnica y, por tanto, solamente
puede representarse simbólicamente. El placer no tiene su sentido en sí mismo,
es figurativo. La alegría sexual nos hace participar de este misterio, pues el
hombre se personaliza, no ética o jurídicamente, sino sumergiéndose en el río
de la Vida. Permanece un enigma en la sexualidad por ser anterior lenguaje, no
reducirse a mero instrumento y no poder institucionalizarse reduciéndola a un
contrato o deber conyugal. Por Alfonso Alonso-Lasheras, aluno, Ética Cristã da Sexualidade, FAJE, 2012.1
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